COSAS DE MUJERES
Ayer quedé con un grupo de amigas. Me reí mucho, pero mucho. Hablamos de lo típico que nos suele gustar a veces a las mujeres, de cejas, de pestañas, de pelo, de uñas, de pechos, de tipo...
Todas ellas tenían la sonrisa fresca, preciosa. Todas ellas felices como un niño en una feria. Tomamos un helado y brindamos por la vida. Cuánto amor alrededor de tres mesas pequeñas. Doce mujeres ansiosas de sacar el jugo del momento, como abejas libando el néctar de las flores. Nos abanicamos con ansia, hacía calor, pero quizá solo lo teníamos nosotras. En la plaza nadie más se abanicaba. Más risas. Y más risas de nuevo.
Yo observaba a cada una de ellas. Las amé tanto, que las ballenas se nos quedaron lejísimos. No era una reunión al uso. Era mi hermoso grupo "mucho por vivir" de mujeres que hablábamos del pelo que perdimos, de las uñas que se nos cayeron, de las cejas que quizá no volveremos a recuperar, de las pestañas que no terminan de coger fuerza, de los kilos que la medicación ha traído a nuestras caderas, del pecho que vaciaron y donde tanto sitio ha quedado libre para que el corazón se haga más grande... y nos seguimos riendo, porque la quimioterapia nos ha estropeado (y dando gracias) muchas cosas, pero el lugar donde nace la risa, ese no hay quimio que lo encuentre. Ayer quedé con un grupo de amigas para hablar de cosas de valientes.— con Valentina Plaza.
Ayer quedé con un grupo de amigas. Me reí mucho, pero mucho. Hablamos de lo típico que nos suele gustar a veces a las mujeres, de cejas, de pestañas, de pelo, de uñas, de pechos, de tipo...
Todas ellas tenían la sonrisa fresca, preciosa. Todas ellas felices como un niño en una feria. Tomamos un helado y brindamos por la vida. Cuánto amor alrededor de tres mesas pequeñas. Doce mujeres ansiosas de sacar el jugo del momento, como abejas libando el néctar de las flores. Nos abanicamos con ansia, hacía calor, pero quizá solo lo teníamos nosotras. En la plaza nadie más se abanicaba. Más risas. Y más risas de nuevo.
Yo observaba a cada una de ellas. Las amé tanto, que las ballenas se nos quedaron lejísimos. No era una reunión al uso. Era mi hermoso grupo "mucho por vivir" de mujeres que hablábamos del pelo que perdimos, de las uñas que se nos cayeron, de las cejas que quizá no volveremos a recuperar, de las pestañas que no terminan de coger fuerza, de los kilos que la medicación ha traído a nuestras caderas, del pecho que vaciaron y donde tanto sitio ha quedado libre para que el corazón se haga más grande... y nos seguimos riendo, porque la quimioterapia nos ha estropeado (y dando gracias) muchas cosas, pero el lugar donde nace la risa, ese no hay quimio que lo encuentre. Ayer quedé con un grupo de amigas para hablar de cosas de valientes.— con Valentina Plaza.
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